Líder desde niña, fuerte por la necesidad de sobrevivir, madre porque le tocó, pero después se enamoró de la maternidad, no sabe lo que significa la palabra “papá”, pero sí el amor de una madre y una abuela, separada de su familia y sobreviviente de la guerra. Valiente.
Julissa Mosquera es una colombiana fuerte y valiente. En sus ojos color ámbar y en su risa amplia y estridente, se puede leer la historia de una mujer resiliente, que se sobrepuso a las consecuencias de la guerra, a un cruel episodio de abuso sexual, a dos intentos de suicidio y a un intento fallido de asesinato, pero que no ha podido sobreponerse a la fobia que le cogió a usar vestidos.
“No me pongo vestidos, eso no va ya conmigo. Yo no me siento bien con esa ropa y no soy capaz de usarlos, lo mío son los pantalones”, cuenta esta mujer que estudió trabajo social y que se ha dedicado en los últimos años, a defender los Derechos de las víctimas y de la comunidad afro.
La voz de Julissa llegó para sumarse a la ‘Biografía Colectiva de Colomb!anas’ con su historia y con su narración de cómo renació de las cenizas. Ella misma lo describe “como un ave fénix”. Esta chocoana es uno de los ejemplos de lo fuerte que somos las mujeres colombianas.
En su relato, Julissa habla de su vida, de su relación con la religión y con las mujeres de su familia. “Desde pequeña fui una líder, crecí con muchas carencias, pero siempre me las ingeniaba para ayudar a los demás niños y niñas que pasaban necesidades. Me fui convirtiendo como en la ‘mami’ de estos niños. Por eso yo digo que los líderes nacen, no se hacen”, asegura esta mujer, madre de tres hijos, quien presidió por varios años una asociación de víctimas en el Chocó y que, por sus denuncias, terminó siendo retenida y abusada por varios hombres y una mujer que pertenecían a grupos paramilitares.
“Después de ese hecho violento yo quedé muy sola. Desperté 15 días después de la retención en el Hospital en Quibdó. Las heridas del cuerpo fueron muy graves, pero también las del alma. Me sentía muy sola, las amigas, las vecinas y hasta mi mamá me culpaban por lo que había pasado. Fue muy difícil que mis hijos también entendieran, aceptaran y perdonaran”, cuenta Julissa.
Buscando seguridad y para proteger su vida y la de sus hijos, Julissa volvió a Bogotá, y como una mujer separada sacó a sus hijos adelante, les dio estudio y se dedicó a la defensa de las personas en condición de víctimas para que, como ella, encuentren el camino de la resiliencia y se conviertan en sobrevivientes. “No descansaré hasta que en Colombia también se reconozca a las personas afro como iguales, que haya una cátedra y una práctica sobre nuestra cultura y sobre la necesidad de que se nos cumplan nuestros derechos. Donde haya una persona afro que me necesite, ahí voy a estar yo, Julissa”.
Conozca más de la historia de Julissa Mosquera, y de las nuevas 10 colombianas que unieron su voz a nuestra biografía colectiva en www.colombianas.org
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