Columna de opinión escrita por Leonardo Fabio Navarro R. – Coordinador del Programa de Empleabilidad Rumbo Joven de la Fundación Alvaralice
Rumbo Joven, el programa desarrollado por la Fundación Alvaralice para brindarle a jóvenes de sectores vulnerables orientación y acompañamiento en sus proyectos de vida y ayudarlos en la intermediación laboral, ha funcionado de forma continua desde el 2014. El 16 de marzo del 2020 el programa tuvo que suspender el proceso de formación presencial en sus dos sedes, Siloé y Potrero Grande, para acogerse a las normas de confinamiento ordenadas por el Gobierno Nacional. Fueron cerca de 75 estudiantes que se vieron en la necesidad de confinarse en sus hogares y un equipo que desde la distancia los siguió acompañando vía telefónica y a través del espacio virtual.
Inicialmente, desde los programas del área de Generación de Ingresos creímos que los ajustes serían por un periodo corto y aprovechamos para realizar seguimientos telefónicos individuales con nuestros jóvenes durante el mes de marzo. Al principio, encontrando un espacio para el encuentro más personal con sus voces, creímos que esta pandemia sería un regalo donde durante un tiempo corto tendríamos la oportunidad de acercarnos a los estudiantes, no solo a sus sentires y saberes, sino también a las voces de sus familias. Pero a medida que el tiempo avanzó, las situaciones se hicieron complejas, las necesidades empezaron a florecer y nos tocó adaptarnos y realizar cambios para darles respuesta.
Lo primero que surgió es que la gran mayoría de nuestra población se encontraba en espacios muy reducidos en sus viviendas, lo que hacía que el lema de “#QuédateEnCasa” se hiciera sumamente complejo. Luego, al pasar a abril, algunos familiares de nuestros jóvenes empezaron a quedarse sin empleo. La mayoría eran trabajadores informales que no pudieron seguir realizando sus labores. A otros les suspendieron sus contratos de obra y labor y algunos fueron enviados desde sus trabajos a sus hogares con licencias no remuneradas. Conocimos casos sumamente complejos desde la economía y la salud mental, que nos dejan absortos. Esta precariedad nos recuerda lo dicho por el Gerente de Educación y Empleo, de la Fundación Corona: “Colombia es un país vulnerable debido a la informalidad… Lo que nos debe llevar a pensar en que las personas tengan mínimo la protección y la seguridad social en sus trabajos”, lo cual dentro del trabajo informal no se percibe.
En segundo lugar, al avanzar en buscar respuesta a estas problemáticas, nos unimos como equipo de trabajo, no solo en Rumbo Joven, sino con todos nuestros proyectos y el personal de la Fundación, decidiendo que nuestra prioridad fuera la seguridad alimentaria o, como lo llama las Naciones Unidas, el acceso progresivo a la alimentación. Para esto, el apoyo de los recursos de la Familia Garcés Echavarría y la ayuda de ProPacífico fueron vitales para el inicio del soporte a nuestros participantes.
En un tercer momento, luego de que el confinamiento superara los quince días y cuando nos dábamos cuenta que la posibilidad de regresar a la “normalidad” se alejaba, decidimos realizar un plan de seguimiento psicosocial y educativo utilizando las llamadas telefónicas y la virtualidad, para retomar la formación pausada. Les ofrecimos a los estudiantes refuerzos de habilidades para la vida que permitieran sobrellevar las medidas del confinamiento y realizar intervenciones por redes sociales para el buen uso del tiempo libre. No obstante, el gran obstáculo fue, y es, la falta de equipos tecnológicos y el acceso a Internet por parte de la población, lo cual nos llevó a usar una de las palabras más famosas en esta cuarentena: “reinventarse”. Pero, ¿cómo nos reinventamos para interacciones humanas desde la distancia? La respuesta ha sido una formación mediada por WhatsApp donde nos hemos acercado a los estudiantes desde nuestras voces, videos e imágenes, que nos posibilita estar híperconectados. Pero ello ha llevado a la inversión de más tiempo para planear desde esta plataforma nuevas estrategias y demás ideas que nos invitan a la construcción de tejido social basado en amor y la esperanza.
Hoy, ya cumplidos setenta días del confinamiento y desde casa, con muchas ganas seguimos resignificándonos desde nuestros espacios y animando a la población a seguir adelante con nuestro apoyo, pensando también en que uno no solo se educa para el mercado laboral, sino también para la movilidad de la vida, donde se hace necesario una economía solidaria y la construcción de tejido social, desde el fortalecimiento de lo que ya existe y persiste. Aunque siga caminando el COVID-19, nosotros seguiremos aprendiendo y desaprendiendo con insistencia a seguir viviendo.