En Cali los jóvenes representan el 30% de la población total de la ciudad. Sin embargo, desde la memoria de la piel, que es el contexto de los diferentes territorios empobrecidos, vulnerados, excluidos y estigmatizados, la razón de parar de los jóvenes está sembrada en las historias de vida de padres, madres, abuelos y/o círculos de cuidadores.
Resulta frustrante cuando creces viendo a tu madre madrugando a las 03:30 para ahumar un pescado que venderá en el mercado móvil, después salir corriendo para barrer, trapear y/o hacer servicios generales para poder llevar la comida a la casa, pagar los servicios públicos y al final del mes tener que prestar al gota a gota porque el dinero no alcanza. Esto sin olvidar que la enfermedad era prohibida y, en ocasiones, no había ni para el transporte al puesto de salud. Cada cosa que teníamos en la casa era una lucha para la que había que ahorrar por meses como para comprar el televisor, la nevera o la estufa; más de quince años construyendo una casa, donde las paredes nacen de cortinas.
Los y las jóvenes crecimos viendo la impotencia en la mirada de quienes todas las noches decían “Dios proveerá mañana,” su única esperanza darnos mejores herramientas para no recibir muchas de las humillaciones que ellos y ellas recibieron en el pasado. Es esa la impotencia que hoy potencia al paro y el rol de los jóvenes en la construcción de una sociedad más equitativa, justa y con mayores oportunidades para quienes toda la vida hemos estado bloqueados. ¡Nadie es pobre porque quiere!
Hoy los jóvenes marchan por años de carencias reflejados en sus propias historias y en la de sus madres, padres y abuelos. Los motivos saltan a la vista cuando vas al oriente de Cali o a Siloé. Aquí, los niveles de educación y formación profesional son muy bajos, el empleo formal es casi nulo en estas poblaciones, el índice de embarazo en adolescentes está por encima de la media de la ciudad, además del estigma social que tienen estos territorios, sin dejar de lado la exclusión de los y las jóvenes por parte de políticas públicas que en letras son muy bonitas y bien escritas, pero alejadas de la realidad de las juventudes.
La juventud está parando por la dignidad, por la vida, por no tener que escoger entre comida, copias o el pasaje de transporte; por no tener que irse con lágrimas a despedirse de sus madres para ir a marchar por sus derechos, por volver a casa y no ser otro u otra desaparecida, un mural que sin dolor otras personas lo van a pintar de gris, por los niños y niñas para que no tengan que vivir con miedo a la policía, ejército, guerrilla, alcaldía, gobierno o a cualquier otra institución que vele más por la violencia que por el diálogo social incluyente que conlleve acciones puntuales de protección a la vida.
Los y las jóvenes no marchan ni paran porque sí. Paran porque ante tanto bloqueo social hay que bloquear la sociedad para co-crear unas nuevas formas en que la sociedad se mueva y todas las personas puedan ser libres y tener una vida digna. PARAR PARA AVANZAR.
Jhon Eyder Viafara Quiñones – Alma buena, alma negra
*Jhon Eyder Viafara es cofundador de la Fundación Bochinche, conformada por jóvenes del oriente de la ciudad de Cali, quienes se unieron con la idea de transformar entornos, empezando por sus propias vidas, al ver las diferencias como forma de unión. «Las diferencias nos unen» especialmente cuando se tiene un solo sentir por la vida. Esta iniciativa ocupó el segundo lugar de la novena versión del Premio Cívico por una Ciudad Mejor. La Fundación Alvaralice es una de las organizaciones fundadoras del programa en la ciudad y actual aliada.